miércoles, 8 de julio de 2015

Mojigata extrovertida

No estaba muy segura de escribir, es decir, he escrito y mucho, pero en mi diario, ahí donde las palabras y las lecturas sólo son mías. Supongo que ya era hora de traspasar de ese espacio personal a lo público  (lo siento, mi tesis está haciendo estragos en mi mente y escritura). Todo ha sido una locura, como siempre, tal vez, la diferencia es el tipo de locura. Por fin cumplí 25 y con ellos una avalancha de emociones y experiencias nuevas. Por un lado mis amigas diciéndome que ya es hora de atreverme y por el otro mi cabeza diciendo: ¿a quién quieres engañar?,  ¿atreverte a qué?,  si siempre has sido una mojigata extrovertida.
Y supongo que hasta cierto punto es cierto, quizá por eso esta vez dije que sí. (Aclaro que lo que escribiré es a petición de una de mis amigas que me pidió dejar constancia de mis "aventuras").
Me invitaron a salir y por primera vez en mi vida dije que sí, no lo pensé (si lo hubiera hecho, no habría aceptado). Todo fue muy rápido, supongo que acepté por tratarse de la persona que me estaba invitando, persona que no conocía físicamente, sólo su trabajo y lo que tuiteaba.
Un día, de la nada me dijo: "tengo tiempo de escuchar tus historias de viva voz antes del martes porque me van a operar". Yo con toda la seguridad del mundo (seguridad que no suelo tener para este tipo de cosas) dije que aceptaba, que yo podía el jueves o el sábado. Elegimos el jueves. Después me canceló por una junta editorial que había olvidado. Luego me invitó a comer el viernes, también me canceló porque un amigo necesitaba asesoría. Finalmente quedamos el sábado, 11 am en la Condesa. Él me preguntó que qué se me antojaba hacer un sábado por la mañana, (lo cual le dio varios puntos a su favor, ya que no era como el típico hombre que lo primero que te invita es una cerveza (no sé si por falta de creatividad o por costumbre)) a lo que contesté nuevamente con una seguridad fingida: "una nieve y una buena plática estarán perfectas". Aceptó.
Luego de que el plan quedó listo le conté a una de mis amigas y le dije que no lo conocía, me dijo:"¡¡Por dios Everth!! ¡¡Yo pensé que sí lo conocías!! Busca su foto, es conocido" (Debo aclarar que ella fue la especie de Celestina que ayudó para que el encuentro se diera). Para ese momento mi segunda pregunta me daba aún más miedo: ¿Cuántos años tiene?
--¡¡No sabes su edad!!??
--No
--¡¡Ay Everth!! Va a cumplir 40.
Obvio entré en pánico, no tengo complejos de Edipo, ni Electra, ni nada de eso, no estoy buscando al padre que no tuve, pero ni hablar, ya había dado mi palabra y continué con el plan.
No haré el cuento largo, al punto. Nos vimos, fue totalmente extraño y un poco incómodo. Comimos nieve, hablamos cosas superficiales sobre nuestras vidas profesionales. Me desilusionó del lugar donde trabaja (ahora veo muy distinto todo, al final entenderán de lo que hablo). Caminamos, fuimos al Fondo de Cultura, me preguntó que si no quería alguno (¿me quiso comprar con libros?, buena estrategia, pero no funcionó). Después me invitó a comer porque él tenía que irse a las 4 pm a unas entrevistas en radio y luego en televisión. Nos fuimos.
Caminamos hacia un restaurante griego y mientras lo hacíamos me contaba sobre su amistad con Pacheco y sus experiencias con Monsiváis y Fuentes, lo cual no me impresionó (si es lo que buscaba). Llegamos, pidió vino. Me preguntó si quería. Dije que sí. (La verdad es que no quería porque me conozco y sabía que con una copa iba a morir y así fue). Hablamos más, pero esta vez de ese tipo de temas que se hablan en las "citas" (hasta ese momento yo no había visto eso como una cita. Por lo visto él sí). Yo no sentía ningún tipo de conexión, sólo hablaba porque es lo que suelo hacer y escuchaba, porque también es lo que suelo hacer. Me pidió la mano, se la di, es decir, literalmente era sólo la mano, ¿qué podía pasar?

Continuará...
(Porque ya tengo sueño y debo levantarme temprano)


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