sábado, 30 de julio de 2011

Aquello que quiero ignorar

¿Cómo negarme a las palabras? (A ellas pertenezco, aunque ahora no las encuentre). ¿Cómo negarme hacia el hecho rebelde de los sentimientos intrínsecos que logran salir al nivel del mar uno a uno de la forma más aletargada posible? He revuelto cada uno de mis ejes y retorcido mis figuras retóricas para satisfacer el infinito deseo de no dejar de ser yo. Mi vida se encuentra llena de matices, de dulzuras, de amarguras, de locuras. Hoy quiero hablar de todo aquello que ignoro, de mi amor enfermizo hacia la noche, de mi actual interés por alcanzar la luna, de mis motivaciones ocultas, de mis pensamientos infantiles, de mis recuerdos olvidados y en general de todo aquello que he querido y me esforzado en no pensar.
Soy capaz de sumergirme hasta el centro de rotación que permite que mis actos sigan girando a mi al rededor; y de igual forma, logro ascender hasta el suntuoso y algodonado universo paralelo de mis encantadores desacuerdos.
Lo sé, a veces quisiera desaparecer, evaporarme lentamente, de un modo sutil y al mismo tiempo, contar con la fuerza necesaria para expandirme hacia los horizontes solicitados.
No tengo idea de lo que soy capaz de hacer sentir; sólo me baso, más que en las oraciones, en los silencios de aquellos en los que he generado un sentimiento similar.
No tengo palabras, no las hay. No tengo planes, los odio. No tengo sentimientos firmes, no sé si alguna vez los he tenido. No tengo actualmente miradas con destinatario absoluto. No tengo nada cierto, ¿quién lo tiene? Lo único que tengo son deseos, derechos y silencios.
No hay una verso construído, simplemente no estoy contestando, sin embargo, deberías entender que el no contestar es también una respuesta.
Al final, sólo sé que soy un baúl lleno de sueños flotando en un vacío incierto, pero continuo.