jueves, 6 de enero de 2011

Y terminó

Parecía que la eternidad se nos terminaba. Nos devorábamos lenta y profundamente, como dos locos sin tiempo ni dirección. Éramos dos, sólo éramos dos en la misma habitación, extendiendo cada segundo que nos aferrábamos a sentir.
Mi piel vivía o ¿intentaba vivir? Ahí, dentro de tu absurda desesperación por despojarme de mí misma, para entregarme a tu pasión. ¿Qué importaban mis sueños, mis deseos? ¡Corre!, ¡corre!, ¡no hables!, ¡silencio!, ¡no grites!, sólo deleítalo con tu tragedia. Hazlo sentir, hazlo vibrar, mientras tu alma llora, enredada en el manto de la noche y la oscuridad.
¿En dónde quedaron tus preguntas de rutina?, ¿a dónde se fueron las frases elaboradas?, ¿en qué recóndito lugar de esta inmensa ciudad estás ahora que este cuarto ya no te sirve más?
Quise desafiar a la inmensidad, a la vida, a mí misma; quise, quise, quise...
Al final supongo que la eternidad se nos terminó.