domingo, 30 de mayo de 2010

Carta a ti

¿En dónde estás?, ¿qué será de ti? Debo confesarte que últimamente te he echado de menos; te recuerdo a cada momento, estás en mi cabeza 18 de las 24 horas del día, lo cual significa que aun dormida te encuentras dentro de mí. No tengo idea del porqué me han regalado seis horas de tranquilidad, a veces creo que son demasiadas horas sin pensar en ti. Pienso y pienso y sigo pensando, ¿en dónde puedes estar? Mi cuerpo no me entiende, hay un debate en mí desde hace algunos meses; ¡no es posible que mis labios expresen una oración negativa y mis ojos una afirmativa! Hay desacuerdo, como siempre el típico desacuerdo entre el señor cerebro y el señor corazón, claro tenían que ser masculinos, así que como buenos hombres sólo saben agarrarse a golpes, ¡y qué trancazos se han dado!

Es necesario que diga también que te extraño, extraño en verdad aquellos momentos, tanto que no estoy segura si te extraño a ti o a él. Estoy confundida. Hace mucho tiempo escondí tu paradero, me alejé tanto que olvidé tu dirección, y ahora no sé por dónde comenzar a buscar. Me pregunto si tú al igual que yo te acordarás de mí, ¿me recordarás?, ¿desearás estar conmigo como yo contigo?, no que va, si tienes tantas personas con las cuales te puedes refugiar, ¡qué ingenua soy!, ¿o debería decir ESTÚPIDA? Si nunca has necesitado de mí ni un poquito, he sido siempre yo la inconforme, la que te busca… la que no encuentra. Dice Sabines que los amorosos son los que siempre han de estar solos, y mira si no seré amorosa, que siempre he estado sola; de hecho muchas veces he pensado que ella es mi mejor amiga, ya que al final es la que siempre está conmigo cuando todos han decidido dejarme. Y pese a todo, pese a tus desprecios, desplantes y sucias jugadas, sigo aquí, deseosa, esperando, esperando…supongo que ése ha sido siempre mi problema: esperar. Te he estado esperando desde que era una niña; siempre he querido que te decidas, que me lo digas, que lo grites: ¡TE AMO!, ¡SIEMPRE TE HE AMADO!, pero no, en lugar de eso, me abrazas, me tomas, me haces tuya y después de la nada, me desprecias, me botas, te largas. ¿Y aun así pretendes que siga creyendo en ti? Debe uno ser muy idiota para soportar tanto y seguir suspirando.

Te lo he rogado, te lo he suplicado, con lágrimas en los ojos que me dejes, que ya no te fijes en mí, vete, vete, permíteme vivir mi vida, regálame un poco de libertad; y cuando parece que me escuchas, que existe un ápice de piedad en ti, (¡ah si seré pendeja!), llegas nuevamente a un lugar del que nunca te fuiste, ahí estás frente a mí, tocando a mi puerta. Me resisto, te juro que me resisito, no quiero, -¡ya no más!- te grito, ¿a caso me oyes?, en vez de eso, me haces tuya nuevamente, me envuelves, me sacudes, me destruyes. ¿Sabes qué es lo más gracioso? Que siempre tú me tocas, me acaricias, posas tus manos en mí, pero tú jamás, jamás me has permitido siquiera rosar tu rostro, tus ojos…tus labios.

Insatisfecha en todo momento, a punto, a punto, pero nunca exacta. No sé qué es lo que estoy escribiendo, no sé si es un poema, una prosa, una carta, ¡una chingada!, o quizá es una combinación, es una carta a un chingador. A ti que me tratas de la puta madre, que me has lastimado hasta el cansancio. Basta ya de vocabulario decoroso cuando tú de puta no me bajas, por imbécil te burlas y por cabrona me desgracias. ¡Basta ya! Me ha llegado el turno de decirte que te odio con la misma intensidad que te he amado, que si tan solo tuvieras forma humana te desgarraría, te levantaría del pito que no tienes y te colgaría, te estrangularía y luego me deleitaría de tu sufrir, de tu pesar, y aun muerto me seguiría burlando de ti. Esto es un reclamo, un reclamo a ti y a mí; a ti por seducirme, a mí por caer una y otra vez, (y en este momento estar preguntándome en dónde estás). Sí te estoy hablando a ti pendejo, imbécil, puto. A ti, a ti, a ti. Lo sabías verdad, sabías que jamás me enamoré de nadie, que sólo fue la emoción de mi sentir al darme cuenta que habías llegado una vez más… AMOR. Estoy llorando, por fin estoy llorando de alegría, por fin te pude decir todo lo que siempre quise, por fin. “baste ya de rigores mi bien, baste” y “detente sombra de mi bien esquivo”, que a partir de hoy seré yo la que gobierne mi vida, la que diga qué hacer con ella, la que ame, porque amaré, amaré a otro, eso te lo aseguro y serás tú el que se revolcará al ver que tu fiel seguidora ha encontrado a un verdadero hombre para amar, y no únicamente la imagen del cuerpo que nunca existió, y posiblemente en ese momento serás tú el que me escriba una carta. “Constante adoro a quien mi amor maltrata/ maltrato a quien mi amor busca constante”.