Mi piel vivía o ¿intentaba vivir? Ahí, dentro de tu absurda desesperación por despojarme de mí misma, para entregarme a tu pasión. ¿Qué importaban mis sueños, mis deseos? ¡Corre!, ¡corre!, ¡no hables!, ¡silencio!, ¡no grites!, sólo deleítalo con tu tragedia. Hazlo sentir, hazlo vibrar, mientras tu alma llora, enredada en el manto de la noche y la oscuridad.
¿En dónde quedaron tus preguntas de rutina?, ¿a dónde se fueron las frases elaboradas?, ¿en qué recóndito lugar de esta inmensa ciudad estás ahora que este cuarto ya no te sirve más?
Quise desafiar a la inmensidad, a la vida, a mí misma; quise, quise, quise...
Al final supongo que la eternidad se nos terminó.